El padre Dominic Mwebe ha dedicado su vida a Dios y a los más pobres en Kampala, la capital de Uganda. Este sacerdote de 87 años es un héroe para miles de niños, que han podido ir a la escuela y a la universidad gracias a su ahínco en ayudarles. Un total de 22 son además sacerdotes.
Sin embargo, su labor ha ido mucho más allá aunque no quiere dar cifras pues considera que su recompensa estará en el cielo. Lo que sí ha querido contar es un hecho que le ocurrió hace unos años gracias a una Novena que realiza cada año, y que tuvo un efecto que le marcó para siempre.
Una novena a la Madre de Calcuta
Según relata al Catholic Digest, el padre Dominic dedica una novena a Santa Teresa de Calcuta para pedirle su ayuda y su guía a la hora de elegir a las personas adecuadas para una ayuda adicional. Además de la ayuda ordinaria que presta a cientos de personas quería invertir también en aquellos que mejor pudieran manifestar la gloria de Dios.
En 2007, justo al acabar la Novena a la Madre Teresa, una adolescente de 14 años se le acercó y le pidió sólo una cosa. No era dinero ni comida. Únicamente quería que este sacerdote rezase por su familia.
La impresionante respuesta de la Madre Teresa
Esta niña se llamaba Fausta Nalubega. Su padre murió de SIDA dejando viuda y seis hijos, entre ellos esta chica que apenas tenía once años. “Cuando nuestro padre murió, nuestros parientes se llevaron todas las cosas que nuestro padre poseía, y querían que nos casáramos con los hombres que ellos eligieran”, cuenta Fausta, que ahora tiene 27 años.
Su madre era una mujer de una fe católica profunda y se negó a entregar en matrimonio a sus hijas menores de edad, una de ellas de 12 años, a hombres mayores. “En nuestra cultura, el hombre se ocupa de la niña pequeña, paga sus gastos escolares y después la toma como esposa”, explica esta joven.
Sin nada, pero con una fe inquebrantable
Sin embargo, la negativa de su madre hizo que toda la familia les abandonaran al rechazar el matrimonio. Pronto se encontraron en la calle y sin nada. Cuando llovía la familia Nalubega tenía que cubrirse con bolsas de plástico hasta que la lluvia amainara. Tampoco tenían comida y la calle se convirtió en su casa. Así estuvieron seis años.
“Solíamos ir de casa en casa pidiendo ropa para lavar y hacer las tareas del hogar para las familias ricas. Nos pagaban un dólar o dos por día”, cuenta de ese tiempo Fausta.
La familia, todos los días en la misa de las 7 de la mañana
Pese a las graves dificultades, el vivir en la calle y el no tener comida su madre tenía una cosa muy clara: Dios era fiel y la fe debía ser el gran alimento de la familia. De este modo, la madre y todos los hijos acudían todos los días a misa, nunca faltaban. Lo hacían además en primera fila.
El padre Dominic era entonces nuevo en la parroquia de San José en Kampala y le llamaba la atención que esta familia estuviera siempre en la misa de siete de la mañana y sentada siempre en el primer banco.
Este cura recuerda que “solían venir a la iglesia con la ropa muy sucia y sin zapatos. A veces venían con plátanos encima de la cabeza porque después de la misa los vendían”. El sacerdote se sentía conmovido por esta familia y cómo alababan a Dios todos los días.
El primer encuentro con Fausta y su familia
Y así fue como llegó aquella Novena a la Madre Teresa y el momento en el que Fausta se acercó para pedirle sus oraciones. Fausta tampoco olvida aquel momento: “Él me preguntó: ‘¿Por qué no estás estudiando?’. Le conté nuestra historia”.
El padre Dominic afirma que “le pedí a la madre de Fausta que me llevara a su casa; cuando llegué a la calle, sólo pude llorar”. Entonces supo que llevaban seis años en las calles.
Esta era la respuesta a la novena
El sacerdote sintió en su corazón que esta familia era la respuesta a su Novena y le agradeció Dios que pusiera a los Nabulega en su camino.
De sus propios ahorros, el sacerdote pagó un internado católico y luego más adelante a Fausta sus estudios universitarios.
Esta familia se mantuvo fiel a Dios pese a las dificultades y sin pedir más que oración al final recibió grandes gracias. “Dios usó al padre Dominic para rescatarnos”, asegura.
Una discípula de la Madre Teresa
En la universidad, Fausta fue elegida con 19 años presidenta del grupo San Vicente de Paúl y un año más tarde fundo su propio grupo, Mercy for Life. Su gran deseo era ayudar a los más pobres entre los pobres de su comunidad porque conocía a la perfección el sufrimiento de su pueblo. A la vez era una forma de agradecer a Dios por responder a las oraciones de su familia. “Los que nos empuja a realizar esta labor es la alegría que las personas reciben cuando reciben nuestra ayuda”.
Actualmente, Mercy For Life Africa ayuda en muchos ámbitos diferentes de Kampala. Cuida a 22 huérfanos, enseña a las mujeres a coser para ganarse la vida, pagan la educación en un colegio católico a 52 niños de Primaria, ofrecen consejeros profesionales para ayudar a que los niños no acaben en la prostitución y ayudan a los ancianos abandonados por sus familiares. Pero además, dan comida a familias que viven en la calle.
Pero no siempre llegan los fondos para ayudar más. “Si no tenemos suficiente comid para dar, les damos a Dios y ánimo, para que vuelvan a casa”.
“Estoy muy emocionado”
Para el padre Dominic es una alegría inmensa ver con sus ojos lo que Fausta está llevando a cabo. Aquella novena a Santa Teresa de Calcuta ha propiciado una discípula.
“Vi una buena semilla y estoy viendo los resultados. Estoy muy emocionado por lo que Fausta y su familia están haciendo por Dios. Creo que, incluso si muero ahora, Fausta y su familia pueden hacer lo que he hecho aún mejor, ya que está inspirada por el espíritu de Dios”.
Los próximos objetivos de Fausta son poder conseguir que con las habilidades de costura, las mujeres pueden ganarse la vida. También espera construir una gran casa para las personas sin hogar y las madres jóvenes (menores de 16 años) que eligen la vida en lugar del aborto. Por último, esperan proporcionar materiales escolares para los estudiantes que están patrocinando.
El día 29 de junio se celebra la Fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo. Es una de las grandes acontecimientos en la Iglesia, ya que conmemoramos a dos grandes pilares de la Iglesia, dos hombres entregados a Dios que, habiendo aceptado seguir a Jesucristo, dieron su vida llevando la Verdad de Dios y anunciando que Jesús es el Señor.
Así mismo, en esta fecha, se festeja el Día del Papa. Y en esta jornada estamos invitados, de manera especial, a meditar en el ministerio del Sucesor de Pedro, el Sumo Pontífice, a orar por él y a contribuir con nuestras limosnas y donativos a su misión evangelizadora y de caridad.
El Romano Pontífice, como Sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los obispos como de la multitud de los fieles. Es Pastor de toda la Iglesia y tiene potestad plena, suprema y universal. Es el Vicario de Cristo.
San Pedro, San Pablo y el Papa
La historia de esta solemnidad
San Pedro
San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.
Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.
En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos. En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Fue Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.
Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.
San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
San Pablo
Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.
Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.
En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).
Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por “cambiarse de bando”. En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.
Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
Lecturas de la Eucaristía:
Hechos de los Apóstoles
Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: —«Date prisa, levántate. » Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: —«Ponte el cinturón y las sandalias. » Obedeció, y el ángel le dijo: —«Échate el manto y sígueme. » Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo: —«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos. »
II Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? » Ellos contestaron: —«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. » Él les preguntó: —«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? » Simón Pedro tomó la palabra y dijo: —«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. » Jesús le respondió: —«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. »
Nexo entre las lecturas
La solemnidad de san Pedro y san Pablo nos permite contemplar la estrecha amistad que se establece entre Jesucristo y estos dos hombres elegidos para misiones muy importantes. En la primera lectura, tomada de los hechos de los apóstoles, Pedro recibe la visita en la cárcel de una ángel enviado por Dios que lo invita a ponerse en pie y seguirlo. Pedro deberá reemprender su misión al frente de la Iglesia naciente(1ª lectura). Pablo, en la carta a Timoteo hace un recuerdo emocionado de su entrega a Cristo: “he combatido el buen combate”. Sabe que Dios lo escogió desde el seno de su madre para revelarle a Cristo y para llamarlo a anunciarlo a todos los pueblos. Ahora al final de su carrera, reconoce con gratitud que Cristo lo ayudó y le dio fuerzas (2ª lectura). En Pedro y en Pablo aquello que más resalta es su íntima amistad con el maestro. Ambos tuvieron experiencia del amor de Dios en Cristo Jesús. Esa experiencia los acompañó durante toda su vida y les dio una viva conciencia de su misión. Tiene, pues, razón Pedro al concluir con emoción : “Señor, Tú sabes todo, Tú sabes que yo te amo” (Evangelio).
Mensaje doctrinal
1.Pedro y Pablo fieles a su misión. La solemnidad de san Pedro y san Pablo es una de las más antiguas del año litúrgico. Ella aparece en el santoral incluso antes que la fiesta de navidad. En el siglo IV ya existía la costumbre de celebrar tres misas una en la basílica vaticana, otra en san Pablo extra muros y otra en las catacumbas de san Sebastián, donde se escondieron las reliquias de los apóstoles durante algún tiempo. En un principio se consideró que el 29 de junio fuese el día en el que, en el año 67, Pedro sufrió el martirio en la colina vaticana y Paolo en la localidad denominada “Tre fontane”. En realidad, si bien el hecho del martirio es una dato histórico incuestionable que tuvo lugar en Roma en la época de Nerón, no es tan seguro, en cambio, el día y el año de la muerte de los dos apóstoles, pero parece que se sitúa entre el 67 y el 64.
Esta solemnidad festeja a las dos columnas de la Iglesia. Por una parte, Pedro es el hombre elegido por Cristo para ser “la roca” de la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” ( Mt 16,16). Pedro, hombre frágil y apasionado, acepta humildemente su misión y arrostra cárceles y maltratamientos por el nombre de Jesús.(cf. Hch 5,41). Predica con “parresía”, con valor, lleno del Espíritu Santo (cf. Hch 4,8). Pedro es el amigo entrañable de Cristo, el hombre elegido que se arrepiente de haber negado a su maestro, el hombre impetuoso y generoso que reconoce al Dios hecho hombre, al Mesías prometido: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”(cf. Mt 16,16). Los Hechos de los apóstoles narran en esta solemnidad la liberación de Pedro de las cárceles herodianas. “Con esta intervención extraordinaria, Dios ayudó a su apóstol para que pudiera proseguir su misión. Misión no fácil, que implicaba un itinerario complejo y arduo. Misión que se concluirá con el martirio “cuando seas viejo otro te ceñirá y te llevará donde no quieres” (cf. Jn 21,18) precisamente aquí, en Roma, donde aún hoy la tumba de Pedro es meta de incesantes peregrinaciones de todas las partes del mundo
“Pablo, por su parte, fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco y de perseguidor de los cristianos se convirtió en Apóstol de los gentiles. Después de encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del Evangelio. También a Pablo se le reservaba como meta lejana Roma, capital del Imperio, donde, juntamente con Pedro, predicaría a Cristo, único Señor y Salvador del mundo. Por la fe, también él derramaría un día su sangre precisamente aquí, uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana” (Juan Pablo II, 29 de junio de 2002). Pablo es el apóstol fogoso e incansable que recorre el mundo conocido en la época para anunciar la buena nueva de la salvación en Cristo Jesús. Sabe que se le ha dado una misión, una responsabilidad, una tarea que no puede declinar. “Ay de mí si no evangelizare” (1 Co 9,16).
2. El colegio episcopal y su cabeza, el Papa. “Cristo, al instituir a los Doce, “formó una especie de Colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él”. “Así como, por disposición del Señor, san Pedro y los demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles”. El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella; lo instituyó pastor de todo el rebaño. “Está claro que también el Colegio de los apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro”. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
El Papa, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles”. “El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad”. (Catecismo de la Iglesia Católica 881-882).